ESPACIO DE REFLEXIÓN

El desarrollo emocional en la primera infancia

Lunes 17 de mayo, 17:00 h

Con Alicia Sánchez Adam, psicóloga de la FGE

Asistimos 12 familias al nuevo encuentro propiciado por la AFA y Alicia Sánchez Adam.

En las presentaciones, esbozamos qué nos inquieta a cada una de las asistentes.

Alicia hace una completa introducción acerca del desarrollo emocional de nuestros hijos e hijas en los años que nos ocupan. Introduciendo temas tan importantes como la existencia de vínculos emocionales con sus figuras de apego y cómo gestionan los peques esos vínculos, su predisposición al mundo social y la influencia de este en sus expresiones de emociones.

Los vínculos afectivos que se desarrollan en la primera infancia configuran las relaciones sociales de nuestros hijos e hijas. Y las expresiones de emoción se van madurando también gracias a la importancia de lo social.

Cuando hablamos de los vínculos afectivos, debemos tener en cuenta que las figuras de apego deben mostrar una disponibilidad física y psíquica. Esa disponibilidad favorecerá la seguridad en nuestros hijos. 

En la franja de edad de 0 a 6 hay diversas fases también, ya que a medida que crecen irán introduciendo otro tipo de emociones.

El tipo de vínculo que establecen con sus figuras de apego influirá en el tipo de relaciones que mantengan con sus iguales. Un ejemplo: si tiende a mandar mucho entre sus iguales, quizás podemos plantearnos si en casa también manda, si hay demasiada tolerancia desde los adultos a que nuestro hijo mande o decida todo. Porque en ocasiones les damos demasiada autoridad en la toma de decisiones, decisiones para las que por edad aún no están capacitados. Sin embargo, al mismo tiempo no les permitimos ser independientes y autónomos en aquellas cosas que sí pueden hacer.

A veces podemos afrontar mejor sus expresiones emocionales (las que les bloquean o les cuesta manejar) adelantándonos. Sabemos que pueden suceder en determinadas circunstancias (cuando están cansados, cuando se produce una separación de seres queridos, etc.). Esto nos permite llegar al momento con mayor calma y poner en acción herramientas, a veces de distracción, a veces con conversaciones… para ayudarles a pasar ese bache emocional y acompañarles. El adulto puede detectar qué cosas les generan estrés y afrontarlas con calma, en lugar de llegar a un bucle sin fin.

Algunos participantes apuntan que en ocasiones no saben qué les pasa o por qué se producen esos momentos de ira, tristeza, etc. Detectan que sus hijas lo explican aludiendo a clichés sin que quizás sea ese el motivo.

Alicia apunta que aunque nos equivoquemos en nuestros análisis, siempre podemos y debemos ponerle palabras, sin pasarle la pelota al infante. Si sabemos que están cansados y que eso es lo que les lleva a un estrés que no saben manejar, se lo podemos decir. Escucharlo les ayuda a identificarlo, aunque ellos a veces no sepan decir qué les pasa. Les estamos ayudando a relacionar lo que les pasa. Pero también podemos transmitirles que no sabemos identificar qué les pasa.

A este punto algunas intervenciones indican cómo analizamos muchas veces lo que vemos en el niño desde el punto de vista del adulto: adultocentrismo. Ser consciente de ello e intentar poner la mirada del niño en lugar de la del adulto, ya es un paso.

Podemos comprender mejor los conflictos si nos damos cuenta de que a la vez que hay un adultocentrismo, en los peques al mismo tiempo en general en estas edades hay un egocentrismo, inherente a su desarrollo.

Aparece un tema muy relacionado con cómo gestionan algunos de nuestros peques sus emociones, los celos cuando llega un hermano. Las familias relatan el miedo a las “agresiones” a los bebés, cómo los gestionan los adultos…

Alicia nos anima también a que, ya que debemos hablar con nuestros hijos de manera sencilla para ayudarles a identificar, seamos específicos. Cuanto más concretas sean nuestros análisis con ellos, más les servirán.

En todos los mecanismos de gestión de emociones la seguridad desempeña un papel único. A veces, sin querer, les estamos transmitiendo que no tenemos confianza en ellos. A veces, por ejemplo, ellos podrían controlar mejor sus relaciones, podríamos intervenir menos y confiar más, tanto en sus relaciones con sus iguales y la gestión de conflictos con ellos como, por ejemplo, con sus hermanos pequeños. Es en las situaciones más complicadas cuando más tenemos que demostrarles nuestra confianza.

La confianza debe ir aparejada a la apertura de oportunidades. Darles la oportunidad y abrir nuestra mente también es disponibilidad. Debemos dejarles resolver las cosas a su manera. Si el adulto siempre responde o interviene, se verán incapaces de resolverlo por sí mismo. Pero en este punto Alicia indica que al mismo tiempo debemos ser conscientes de que los adultos llevamos una mochila de cómo hemos vivido nuestra infancia y sale a flote.

A la hora de afrontar los conflictos generados por la gestión de sus emociones, es necesario mantener la calma y la firmeza. Un equilibrio difícil de manejar en ocasiones de picos emocionales, como las rabietas, etc. Pero no solo se trata de calma, necesitan la firmeza para ser contenidos y a la vez sentirse seguros. Los límites como herramienta de seguridad.

Surgen cuestiones relacionadas, como la de la agresividad entre iguales o incluso hacia nosotros. Una de las ideas que nos traslada la psicóloga es intentar revertir un mecanismo muy común de los adultos: no ir en exclusiva a hablar al que pega, sino a las dos partes implicadas. Porque enfocándonos solo en quien pega, sin darnos cuenta, podemos incluso llegar a reforzar esa actitud. Hay que escuchar a ambas partes, ya que quien agrede también siente, y con el ejemplo estaremos demostrando la necesidad de ser empáticos. Y así no recaerá sobre el que pega exclusivamente la culpa. Tampoco debemos introducir en estos caso valoraciones sobre su conducta negativas, como “eres malo”.

En cualquier caso, vemos la necesidad de que cuando tienen ataques que no controlan, debemos ayudarles a ponerle palabras a lo que les sucede, a través de preguntas, identificando nosotros lo que lo ha originado, entendiendo desde su punto de vista qué sucede. Ya que a veces un ataque en el que pegan es porque no saben expresar lo que les pasa de otra forma.

Están en momentos de plena explosión emocional, deben transitar por estos momentos. Pegar forma parte del comportamiento habitual de todos los niños, pero a veces nos remueven demasiado cierto tipos de comportamientos y vemos que justo parece que se afianzan en ellos. Suele suceder que aquello que más detestamos nosotros sea en lo que se “hacen fuertes”.

Ser conscientes de que en general las manifestaciones emocionales son propias de su edad y que no son monstruos, aunque nos dé miedo, ayuda. Ponernos en su mirada y ponernos en el hoy sin pensar cómo serán en el mañana ayuda a estar presentes y no entrar en dinámicas que no sabemos contener. En la medida de lo posible contendremos lo que suceda en el mañana si hoy les ayudamos.

Aparece otro tema muy ligado a este global, el de la frustración. ¿Cómo podemos ayudarles a manejar la frustración, que en ocasiones les provocan ataques de ira o tristeza, por ejemplo? Seamos conscientes de que deben pasar por esa emoción en estos años.

Además, a medida que crecen, van aprendiendo a influir en los demás. Cuanto más nos oponemos a ello, más gusto le cogen a algunos comportamientos. Hay que darles opciones de nuevo, diversas opciones y argumentos. Es decir, ser más flexibles aunque también seamos firmes.

Una de las mamás nos recomienda el libro “Así es la vida” que aborda el tema de la frustración de una manera muy apropiada y hermosa.

También debemos tener en cuenta que en ocasiones, cuando vemos que sus manifestaciones ante la frustración se enquistan, que repiten conductas asociadas de manera continua, quizás nos estén diciendo algo que les sucede más importante y que va más allá del normal manejo del desarrollo.

Volvemos a hablar de los límites y de la confianza. Hay que tener claro que “no todo es posible”. Ellos y ellas deben asumir de lo que son capaces, así se fortalecen y no se ven débiles porque no pueden hacer nada. Adquieren confianza también conociendo sus límites.

Reforzar siempre sus capacidades ayuda, pero no indicando que “tú puedes con todo”, porque no es cierto tampoco. Lo que sí estamos es disponibles desde el amor, somos incondicionales y se lo transmitimos: hagas lo que hagas siempre te querré, pero hay cosas que haces que no me gustan. Y entonces ponemos límites.

Tengamos en cuenta que vivimos en una sociedad de la inmediatez en la que los adultos tampoco toleramos la frustración, por eso en ocasiones manejar sus frustraciones también nos cuesta porque además ellos aprenden de que nosotros sí tenemos inmediatamente lo que queremos. Hay que ayudarles a entender que el hecho de que no todo sea posible no está mal.

Y siempre hablar con ellos mostrándoles confianza en que ellos pueden hacer frente a esas manifestaciones, a sus frustraciones, a sus rabietas. Siendo firmes, manteniendo los límites estamos ayudando a reforzar su atuoestima.

Prácticamente todas las familias que asisten intervienen, abriendo temas relacionados con el de esta sesión. Nos despedimos hasta el curso que viene, deseando y confiando en que podamos retomar este espacio de manera presencial.

Cerramos la sesión online a las 19:10 h.

Un abrazo. 

AFA Duende y Alicia – Psicóloga Fundación GranadaEduca

 

Una respuesta a «ESPACIO DE REFLEXIÓN»

  1. Me ha gustado mucho este tema de las emociones, enfocado a nuestros hijos e hijas ya que es de suma importancia para aprender como padres y madres a educarlos y a conocer esas herramientas fundamentales para que puedan canalizar tantos problemas por los que puedan pasar en la vida.

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